jueves, 24 de noviembre de 2011

HOMENAJE A MIGUEL CAMPS y ROSA PARGAS


Por  SAUL SANDOVAL 


El colectivo Barrios por Memoria y Justicia colocó una baldosa recordatoria en Beltrán 451, donde la pareja vivió, crió a sus hijos y recibió a compañeros.



La memoria es perpetua. Puede mantenerse como un puente, de generación en generación; aunque también puede estamparse en monumentos, placas, mausoleos, incluso en las calles de la ciudad.

En Fray Luis Beltrán al 400, en la zona oeste de Lomas de Zamora, desde ahora, el recuerdo de Alberto Miguel Camps, sobreviviente de la Masacre de Trelew, luego abatido el 16 de agosto de 1977, y de su esposa Rosa María Pargas, detenida desaparecida por la dictadura militar, perdura en el tiempo eternamente a raíz de un homenaje realizado por el colectivo Barrios por Memoria y Justicia.

La agrupación local colocó en el lugar una baldosa construida especialmente para la ocasión con la idea de conmemorar la reconocida historia de los dos militantes que dieron la vida por sus ideales.


UN ACTO MULTITUDINARIO

El fin de semana más de 500 personas participaron del acto, que se inició con una marcha desde la Plaza la Libertad hasta la zona en la que se colocó la baldosa recordatoria, en el número 451 de la calle Beltrán, donde la pareja supo vivir, criar a sus hijos y dar refugio a sus compañeros perseguidos.

Allí, en el frente del hogar, una bandera colgada rezaba “Alberto y Rosa María ¡¡Presentes!!” No lo decía, pero podía continuar ¡¡Ahora y siempre!! Bajo ese emblema, para dar comienzo al cálido encuentro, hablaron Jorge Lewinger, periodista, compañero de militancia y amigo personal de la pareja; y los hijos, Raquel y Mariano, que sobrevivieron al ataque y fueron criados por sus abuelos.

Después, compañeros de militancia de Camps y Pargas entregaron a los hijos recuerdos personales que conservaban del matrimonio, entre los que sobresalió, por ejemplo, la bata usada por Rosa María en la cárcel de Devoto, durante la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse, cuando fue elegida delegada por las demás presas políticas de esa prisión.

Los destellos de la mujer permanecen también en el libro “Hubiera Querido”, una recopilación de poemas y relatos que escribió la militante durante su período de detención en el Penal de Rawson y hasta su desaparición en 1977.



EL TERRIBLE ATAQUE

En ese año, Lomas de Zamora se estremeció con los disparos de un 16 de agosto, cuando un comando militar atacó la casa de Beltrán 451, aprovechando que Rosa María salía en su bicicleta, con su hijo de 3 años, a hacer las compras.

Alberto resistió y, al mismo tiempo, buscó un lugar en su hogar para no ser alcanzado por las balas del FAL. Más allá de eso, en el suceso fue herido y el grupo de tareas lo dejó en el Hospital Gandulfo con órdenes de que no lo atendieran.

Como consecuencia, horas más tarde murió y fue enterrado en una fosa común junto a otros cuerpos en el Cementerio de Lomas de Zamora, contaron desde el colectivo. Ese mismo día, Rosa María fue trasladada al centro clandestino de detención El Vesubio, donde permaneció un año, soportando las torturas.

Esos son algunos de los últimos datos que se tiene sobre su vida y desde ahora su recuerdo permanecerá, de forma tangible, en la baldosa que la recuerda, junto a su marido.

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