HOMENAJE AL PADRE MUGICA:
FUENTE : http://www.envarelkadri.org.ar
Ricardo capelli recuerda al padre mugica, a 37 años de su asesinato. Por Rodolfo González Arzac. Además: Retrato de un cura del Tercer Mundo. Por Carlos Revainera. Docente. Agrupación Padre Carlos Mugica (Pregón). Y también: Cita para Bergoglio en la Justicia. Por Adrián Pérez.Ricardo capelli recuerda al padre mugica, a 37 años de su asesinato. Por Rodolfo González Arzac.
Fue amigo del sacerdote desde la adolescencia. Estaba con él cuando, el 11 de mayo de 1974, lo mataron a la salida de la Parroquia San Francisco Solano. Recibió varios balazos y fue operado 14 veces. La Triple A, Jorge Conti y un crimen impune.
Ricardo Capelli siempre supo quién había matado a Carlos Mugica. Vio al asesino a pocos metros de distancia, en la calle Zelada, esa tarde del 11 de mayo de 1974. A él también le habían dado cuatro tiros en el pecho. Los impactos, por azar, lo derribaron de manera tal que el subcomisario Rodolfo Eduardo Almirón Sena quedó en el centro del recorte de su mirada. Lo conocía: era el mismo al que solía ver por los pasillos del Ministerio de Desarrollo Social.
Capelli fue el gran amigo de Mugica. Se habían conocido de chiquilines, cuando Ricardo se coló en la fiesta de 15 de Marta, la hermana menor de Carlos. Y de a poco, según pasaron los años, se convirtieron en inseparables. Eso incluyó, en 1955, que participaran juntos de los festejos por la caída de Juan Domingo Perón (un error que no tardaron en reconocer). Que se hicieran, a su modo, peronistas. Que trabajaran a la par en la Villa 31. Y también que llegaran juntos al Hospital Salaberry, empapados de sangre, hace hoy 37 años.
Capelli tiene 74 años. Y se sentó ayer a conversar con Tiempo Argentino sobre “La Bestia”, como le decían al cura que nació en cuna aristocrática y formó parte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. A ese que él llama, con sencillez, Carlos. A ese que muchos trataron de hacer ver como una víctima de la organización Montoneros.
–¿Qué pasó el 11 de mayo de 1974?
–Fue a las 19:40. Lo fui a buscar a la Iglesia de San Francisco Solano porque nos íbamos primero a Lanús y más tarde a un cumpleaños de una compañera nuestra en la villa. Carlos era famoso, a través de la televisión la gente lo conocía y lo paraban y le preguntaban cosas. Salí caminando hacia el auto y escuché de espaldas que lo llamaban: “Padre Carlos”. Era algo normal. Y al segundo escuché que Carlos decía: “Hijo de puta.” Y automáticamente una balacera atroz. Yo estaba a una casa y media, a pocos metros, en la misma vereda y sentí un golpe en mi pecho. Las balas me derribaron. Y caigo mirando hacia donde estaba Almirón. A Carlos lo mató Almirón.
–Ya lo conocían, ¿no es así?
–Claro. Porque cuando volvió Perón, él había dicho que quería que Carlos fuera ministro de Bienestar Social. Obviamente, López Rega no lo iba a dejar. Entonces lo nombró como asesor de villas en el ministerio. Carlos fue una vez y se reunió. Y después íbamos yo y una mujer, que luego desapareció. Yo atendía a la gente. Pero nunca se solucionó nada. No daban nada. Un día, Carlos declaró que “en el ministerio no pasaba naranja”. Ahí ya se estaba firmando el acta de defunción. Y yo lo veía a Almirón y a su suegro, nos saludábamos. No sé qué cargo tenía. Estaba en las oficinas de arriba. Era un capo. Yo creía que era parte de la guardia del brujo. No sabía de la existencia de la Triple A.
–¿Almirón se dio cuenta que usted lo vio?
–No, creo que no.
–Volvamos a ese momento. Ustedes quedan heridos, tirados en la vereda. ¿Qué ocurre después?
–Nos suben a los dos en un Citroën 2CV. Íbamos cinco. Te imaginás que con ese auto íbamos a poca velocidad. Yo gritaba de dolor, no podía más. Iba en el asiento del acompañante, sacando un pañuelo por la ventanilla para que nos dejen pasar. Carlos iba bañado en sangre, atrás, con la cabeza recostada sobre las piernas de una compañera. Se dijo muchas veces que él en ese momento declaró: “Ahora más que nunca junto al pueblo.” Después, dijeron que se lo había dicho en el hospital a una monja. Es mentira. No dijo nada. Lo único que dijo, y lo último que me dijo, cuando estábamos los dos en las camillas en la sala de entrada al hospital fue: “Ricardo, fuerza que salimos.” A las dos horas murió.
–¿Cuándo se enteró que Mugica había muerto?
–A mí me querían dejar morir, esa era la orden. Un amigo médico preguntó por mí en el Hospital Salabery y le dijeron que se quedara tranquilo, que mi herida cerraba sola. Pero yo tenía una bala que me había cortado una arteria. Gracias a él, me sacaron a las cuatro horas en una ambulancia trucha, sin que se dieran cuenta. Y me llevaron a que me operen en el Hospital Rawson. En dos días, me operaron 14 veces. Y sólo seis con anestesia. El resto de las veces me daban un pedazo de sábana para que muerda. Después de esas operaciones, a los dos días aparece en mi habitación Jorge Conti, el vocero de López Rega, un antiguo notero de Canal 11 que se hizo conocido con una nota de un ganador del Prode, que luego se casó con la hija del brujo. El me dijo: “Qué barbaridad, lo que le pasó a Carlitos”. Ahí me di cuenta que había muerto. Y Conti me agregó: “Yo venía de parte de don Pepe que me dijo que está a disposición para lo que vos quieras.” El Pepe, era López Rega. Yo era casi el único testigo. Mis amigos me dijeron que dijera que no había visto nada. Pedí que me sacaran de ahí. Me llevaron a mi casa. Lo que menos iban a pensar era que estaba en mi casa.
–¿Cuándo fue la primera vez que declaró que lo había matado Almirón?
–Empiezo a decirlo hace unos 12 años. Estuve amenazado. Me llamaban todos los días por la madrugada a mi casa para decirme que iba a morir. Así fue hasta el año 1983. Dejé mi laburo, era operador de la Bolsa. Unos días atrás, declaré ante el juez Norberto Oyarbide, que tiene la causa de la Triple A. Y recién reaparecí en la Villa 31 en 1999, el 11 de mayo. Almirón murió en 2009, pasó un año en la cárcel y estaba procesado por otros crímenes.
–¿Cómo le gustaría que recuerden a su amigo Carlos Mugica?
–Como un tipo que quería vivir. No es cierto eso de que estaba dispuesto a morir. El tipo que tiene un ideal quiere vivir para lograr sus objetivos, no quiere que lo maten. A Carlos le quitaron la vida y la Iglesia fue cómplice. Lo otro que digo es que Carlos era un ser normal. Le decían “La Bestia”. Era una bestia para jugar al fútbol, la patada más baja que te daba era en el cuello. Era tramposo cuando jugábamos al fútbol. Era fanático de Racing. Iba a la cancha. Él era un admirador de Cristo. Y estaba enfrentado a la Iglesia porque la Iglesia no cumple con la doctrina de Cristo. Un hombre que luchó por los pobres. Que siempre decía que había que dar de comer al hambriento, abrigar al que tiene frío, acompañar al que está solo. Un tipo solidario.
Retrato de un cura del Tercer Mundo. Por Carlos Revainera. Docente. Agrupación Padre Carlos Mugica (Pregón).
Mugica aceptó ser nombrado asesor (sin remuneración) del Ministerio de Bienestar Social, pero poco después se desvinculó del cargo, por discrepancias con el titular del mismo, José López Rega.
Hace 37 años, el 11 de mayo de 1974, moría el Padre Carlos Mugica. Nacido en Libra, como Perón, el 7 de octubre de 1930, Carlos Francisco Sergio Echagüe nació en Buenos Aires, y fue el tercero de los siete hijos del matrimonio formado por Adolfo Mugica (diputado conservador 1938-1942 y ministro de Relaciones Exteriores del presidente Arturo Frondizi en 1961) y Carmen Echagüe, hija de terratenientes adinerados de Buenos Aires. Carlos fue el único hijo que no estudió en un colegio religioso. Hizo el primario en una escuela de Libertad y Quintana; el secundario en el Colegio Nacional de Buenos Aires. El mundo de los pobres le era totalmente desconocido, en su niñez y adolescencia.
En 1949 comenzó los estudios de Derecho (cursó dos años). En 1950, con motivo del Año Santo, viajó con varios sacerdotes y con su amigo Alejandro Mayol (recientemente fallecido) a Europa, y allí maduró su idea de entrar en el seminario, lo que hará a los 21 años, en marzo de 1952. Tras ocho años de estudio, Mugica fue ordenado sacerdote, el 21 de marzo de 1959. Pero ya antes, a fines de 1954, había comenzado a colaborar pastoralmente con el padre Iriarte en las misiones a los conventillos de la Parroquia Santa Rosa de Lima.
El Padre Carlos Mugica fue crítico del gobierno radical de Illia y empezó a tener problemas entre la feligresía del Socorro, que consideraba que se metía demasiado en política peronista. Esto motivó que muchas personas pidieran el traslado del padre Carlos. Decía Mugica: “Creo que la misión del sacerdote es evangelizar a los pobres e interpelar a los ricos. Y bueno, llega un momento en que los ricos no quieren que se les predique más, como sucedió en el Socorro cuando me echaron porque las “señoras gordas” le fueron a decir al párroco que yo hacía política en las misas”. En la Facultad de Derecho, fue notable su enfrentamiento con el entonces titular de Derecho Agrario, José Alfredo Martínez de Hoz, por la redistribución de la renta agraria. La familia de Martínez de Hoz fue la fundadora de la Sociedad Rural y tiene actualmente más de 2 millones de hectáreas, evadiendo impuestos por sumas millonarias.
Estando en París, Mugica conoció por carta el nacimiento del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo y envió su adhesión incondicional. Luego inició su colaboración en el Equipo Intervillas, fundado el 2 de agosto de 1968 gracias a la dedicación de Jorge Goñi, también cura villero. Mugica vuelve a la Argentina a un mes de clausurado el encuentro episcopal de Medellín. Con la ayuda económica de su hermano Alejandro, levantó un salón multiuso, para desarrollar actividades sociales. Así, en el Barrio Comunicaciones se iba levantando la Capilla Cristo Obrero, donde iba a ejercer su máxima actividad pastoral entre los que llamó “mis hermanos villeros”. El 27 de diciembre de 1970, se inauguró la Capilla Cristo Obrero. El padre Carlos, sin embargo, solía dormir por las noches en su domicilio en la calle Gelly y Obes, en un cuartito en el último piso. En plena dictadura de Lanusse en 1971, una bomba estalló en su domicilio, pero aunque la bomba afectó edificios y automóviles nadie resultó herido.
Carlos Mugica participó del regreso del general Perón a la Argentina tras 18 años de exilio. Viajó junto con el padre Vernaza en el avión chárter que fue a buscar al líder en 1972, lo que acrecentó sus distancias con el arzobispo Aramburu. En su lugar de trabajo, la Villa Comunicaciones (actual Villa 31 de Retiro), Mugica redobló sus trabajos en favor de los villeros. La Capilla sería visitada por personajes conocidos con quienes programó eventos solidarios. Acudió a la Villa 31 el general Perón, el 6 de diciembre de 1972, tras su triunfal regreso. También visitó el lugar el presidente Héctor Cámpora, recién elegido primer mandatario del país, por la proscripción de Juan Domingo Perón.
Con el peronismo gobernando, Mugica aceptó ser nombrado asesor (sin remuneración) del Ministerio de Bienestar Social, pero poco después, se desvinculó públicamente de este cargo, por discrepancias con el titular del mismo, José López Rega. El 11 sábado de mayo de 1974, a las 20:15, y cuando Mugica se disponía a subirse a su Renault 4-L azul, matrícula C-542119, estacionado junto a la Iglesia de San Francisco Solano, en la calle Zelada 4771, donde había celebrado misa, fue tiroteado por un individuo con bigotes achinados, que se bajó de un coche estacionado muy cerca. Este personaje sería el subcomisario Rodolfo Eduardo Almirón, jefe de la Triple A (fue extraditado por la justicia española y procesado, murió antes de ser condenado) luego jefe de custodia de Manuel Fraga Iribarne, en España. Cinco disparos de ametralladora Ingram M-10, le afectaron el abdomen y el pulmón. El tiro de gracia lo recibió en la espalda. Dos horas más tarde en el Hospital Salaberry el corazón del padre Mugica dejó de latir.
A los 43 años el padre Carlos Mugica había ofrendado su vida por los más pobres. El entierro fue una multitudinaria manifestación. Sus villeros, a los que tanto quería, lo llevaron en hombros hasta el Cementerio de La Recoleta, en pleno corazón del Barrio Norte.
La presidenta Cristina Kirchner dijo en la Villa 31, el 1 de mayo de 2010, “Mugica dio la vida por los pobres, pero hay quienes se la quitaron”, y en un mensaje por carta a los trabajadores el 1 de mayo de 2011 manifestó, “mientras haya un solo pobre, mientras haya alguien al que le falte trabajo o un salario digno, la tarea que él (Néstor Kirchner) empezó estará inconclusa”. La sangre generosa y mártir del padre Carlos Mugica nos convoca a formar parte de esta patriada: “Por siempre Néstor. Fuerza Cristina, Presidenta 2011”.
11/05/11 Tiempo Argentino
Ricardo Capelli siempre supo quién había matado a Carlos Mugica. Vio al asesino a pocos metros de distancia, en la calle Zelada, esa tarde del 11 de mayo de 1974. A él también le habían dado cuatro tiros en el pecho. Los impactos, por azar, lo derribaron de manera tal que el subcomisario Rodolfo Eduardo Almirón Sena quedó en el centro del recorte de su mirada. Lo conocía: era el mismo al que solía ver por los pasillos del Ministerio de Desarrollo Social.
Capelli fue el gran amigo de Mugica. Se habían conocido de chiquilines, cuando Ricardo se coló en la fiesta de 15 de Marta, la hermana menor de Carlos. Y de a poco, según pasaron los años, se convirtieron en inseparables. Eso incluyó, en 1955, que participaran juntos de los festejos por la caída de Juan Domingo Perón (un error que no tardaron en reconocer). Que se hicieran, a su modo, peronistas. Que trabajaran a la par en la Villa 31. Y también que llegaran juntos al Hospital Salaberry, empapados de sangre, hace hoy 37 años.
Capelli tiene 74 años. Y se sentó ayer a conversar con Tiempo Argentino sobre “La Bestia”, como le decían al cura que nació en cuna aristocrática y formó parte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. A ese que él llama, con sencillez, Carlos. A ese que muchos trataron de hacer ver como una víctima de la organización Montoneros.
–¿Qué pasó el 11 de mayo de 1974?
–Fue a las 19:40. Lo fui a buscar a la Iglesia de San Francisco Solano porque nos íbamos primero a Lanús y más tarde a un cumpleaños de una compañera nuestra en la villa. Carlos era famoso, a través de la televisión la gente lo conocía y lo paraban y le preguntaban cosas. Salí caminando hacia el auto y escuché de espaldas que lo llamaban: “Padre Carlos”. Era algo normal. Y al segundo escuché que Carlos decía: “Hijo de puta.” Y automáticamente una balacera atroz. Yo estaba a una casa y media, a pocos metros, en la misma vereda y sentí un golpe en mi pecho. Las balas me derribaron. Y caigo mirando hacia donde estaba Almirón. A Carlos lo mató Almirón.
–Ya lo conocían, ¿no es así?
–Claro. Porque cuando volvió Perón, él había dicho que quería que Carlos fuera ministro de Bienestar Social. Obviamente, López Rega no lo iba a dejar. Entonces lo nombró como asesor de villas en el ministerio. Carlos fue una vez y se reunió. Y después íbamos yo y una mujer, que luego desapareció. Yo atendía a la gente. Pero nunca se solucionó nada. No daban nada. Un día, Carlos declaró que “en el ministerio no pasaba naranja”. Ahí ya se estaba firmando el acta de defunción. Y yo lo veía a Almirón y a su suegro, nos saludábamos. No sé qué cargo tenía. Estaba en las oficinas de arriba. Era un capo. Yo creía que era parte de la guardia del brujo. No sabía de la existencia de la Triple A.
–¿Almirón se dio cuenta que usted lo vio?
–No, creo que no.
–Volvamos a ese momento. Ustedes quedan heridos, tirados en la vereda. ¿Qué ocurre después?
–Nos suben a los dos en un Citroën 2CV. Íbamos cinco. Te imaginás que con ese auto íbamos a poca velocidad. Yo gritaba de dolor, no podía más. Iba en el asiento del acompañante, sacando un pañuelo por la ventanilla para que nos dejen pasar. Carlos iba bañado en sangre, atrás, con la cabeza recostada sobre las piernas de una compañera. Se dijo muchas veces que él en ese momento declaró: “Ahora más que nunca junto al pueblo.” Después, dijeron que se lo había dicho en el hospital a una monja. Es mentira. No dijo nada. Lo único que dijo, y lo último que me dijo, cuando estábamos los dos en las camillas en la sala de entrada al hospital fue: “Ricardo, fuerza que salimos.” A las dos horas murió.
–¿Cuándo se enteró que Mugica había muerto?
–A mí me querían dejar morir, esa era la orden. Un amigo médico preguntó por mí en el Hospital Salabery y le dijeron que se quedara tranquilo, que mi herida cerraba sola. Pero yo tenía una bala que me había cortado una arteria. Gracias a él, me sacaron a las cuatro horas en una ambulancia trucha, sin que se dieran cuenta. Y me llevaron a que me operen en el Hospital Rawson. En dos días, me operaron 14 veces. Y sólo seis con anestesia. El resto de las veces me daban un pedazo de sábana para que muerda. Después de esas operaciones, a los dos días aparece en mi habitación Jorge Conti, el vocero de López Rega, un antiguo notero de Canal 11 que se hizo conocido con una nota de un ganador del Prode, que luego se casó con la hija del brujo. El me dijo: “Qué barbaridad, lo que le pasó a Carlitos”. Ahí me di cuenta que había muerto. Y Conti me agregó: “Yo venía de parte de don Pepe que me dijo que está a disposición para lo que vos quieras.” El Pepe, era López Rega. Yo era casi el único testigo. Mis amigos me dijeron que dijera que no había visto nada. Pedí que me sacaran de ahí. Me llevaron a mi casa. Lo que menos iban a pensar era que estaba en mi casa.
–¿Cuándo fue la primera vez que declaró que lo había matado Almirón?
–Empiezo a decirlo hace unos 12 años. Estuve amenazado. Me llamaban todos los días por la madrugada a mi casa para decirme que iba a morir. Así fue hasta el año 1983. Dejé mi laburo, era operador de la Bolsa. Unos días atrás, declaré ante el juez Norberto Oyarbide, que tiene la causa de la Triple A. Y recién reaparecí en la Villa 31 en 1999, el 11 de mayo. Almirón murió en 2009, pasó un año en la cárcel y estaba procesado por otros crímenes.
–¿Cómo le gustaría que recuerden a su amigo Carlos Mugica?
–Como un tipo que quería vivir. No es cierto eso de que estaba dispuesto a morir. El tipo que tiene un ideal quiere vivir para lograr sus objetivos, no quiere que lo maten. A Carlos le quitaron la vida y la Iglesia fue cómplice. Lo otro que digo es que Carlos era un ser normal. Le decían “La Bestia”. Era una bestia para jugar al fútbol, la patada más baja que te daba era en el cuello. Era tramposo cuando jugábamos al fútbol. Era fanático de Racing. Iba a la cancha. Él era un admirador de Cristo. Y estaba enfrentado a la Iglesia porque la Iglesia no cumple con la doctrina de Cristo. Un hombre que luchó por los pobres. Que siempre decía que había que dar de comer al hambriento, abrigar al que tiene frío, acompañar al que está solo. Un tipo solidario.
Retrato de un cura del Tercer Mundo. Por Carlos Revainera. Docente. Agrupación Padre Carlos Mugica (Pregón).
Mugica aceptó ser nombrado asesor (sin remuneración) del Ministerio de Bienestar Social, pero poco después se desvinculó del cargo, por discrepancias con el titular del mismo, José López Rega.
Hace 37 años, el 11 de mayo de 1974, moría el Padre Carlos Mugica. Nacido en Libra, como Perón, el 7 de octubre de 1930, Carlos Francisco Sergio Echagüe nació en Buenos Aires, y fue el tercero de los siete hijos del matrimonio formado por Adolfo Mugica (diputado conservador 1938-1942 y ministro de Relaciones Exteriores del presidente Arturo Frondizi en 1961) y Carmen Echagüe, hija de terratenientes adinerados de Buenos Aires. Carlos fue el único hijo que no estudió en un colegio religioso. Hizo el primario en una escuela de Libertad y Quintana; el secundario en el Colegio Nacional de Buenos Aires. El mundo de los pobres le era totalmente desconocido, en su niñez y adolescencia.
En 1949 comenzó los estudios de Derecho (cursó dos años). En 1950, con motivo del Año Santo, viajó con varios sacerdotes y con su amigo Alejandro Mayol (recientemente fallecido) a Europa, y allí maduró su idea de entrar en el seminario, lo que hará a los 21 años, en marzo de 1952. Tras ocho años de estudio, Mugica fue ordenado sacerdote, el 21 de marzo de 1959. Pero ya antes, a fines de 1954, había comenzado a colaborar pastoralmente con el padre Iriarte en las misiones a los conventillos de la Parroquia Santa Rosa de Lima.
El Padre Carlos Mugica fue crítico del gobierno radical de Illia y empezó a tener problemas entre la feligresía del Socorro, que consideraba que se metía demasiado en política peronista. Esto motivó que muchas personas pidieran el traslado del padre Carlos. Decía Mugica: “Creo que la misión del sacerdote es evangelizar a los pobres e interpelar a los ricos. Y bueno, llega un momento en que los ricos no quieren que se les predique más, como sucedió en el Socorro cuando me echaron porque las “señoras gordas” le fueron a decir al párroco que yo hacía política en las misas”. En la Facultad de Derecho, fue notable su enfrentamiento con el entonces titular de Derecho Agrario, José Alfredo Martínez de Hoz, por la redistribución de la renta agraria. La familia de Martínez de Hoz fue la fundadora de la Sociedad Rural y tiene actualmente más de 2 millones de hectáreas, evadiendo impuestos por sumas millonarias.
Estando en París, Mugica conoció por carta el nacimiento del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo y envió su adhesión incondicional. Luego inició su colaboración en el Equipo Intervillas, fundado el 2 de agosto de 1968 gracias a la dedicación de Jorge Goñi, también cura villero. Mugica vuelve a la Argentina a un mes de clausurado el encuentro episcopal de Medellín. Con la ayuda económica de su hermano Alejandro, levantó un salón multiuso, para desarrollar actividades sociales. Así, en el Barrio Comunicaciones se iba levantando la Capilla Cristo Obrero, donde iba a ejercer su máxima actividad pastoral entre los que llamó “mis hermanos villeros”. El 27 de diciembre de 1970, se inauguró la Capilla Cristo Obrero. El padre Carlos, sin embargo, solía dormir por las noches en su domicilio en la calle Gelly y Obes, en un cuartito en el último piso. En plena dictadura de Lanusse en 1971, una bomba estalló en su domicilio, pero aunque la bomba afectó edificios y automóviles nadie resultó herido.
Carlos Mugica participó del regreso del general Perón a la Argentina tras 18 años de exilio. Viajó junto con el padre Vernaza en el avión chárter que fue a buscar al líder en 1972, lo que acrecentó sus distancias con el arzobispo Aramburu. En su lugar de trabajo, la Villa Comunicaciones (actual Villa 31 de Retiro), Mugica redobló sus trabajos en favor de los villeros. La Capilla sería visitada por personajes conocidos con quienes programó eventos solidarios. Acudió a la Villa 31 el general Perón, el 6 de diciembre de 1972, tras su triunfal regreso. También visitó el lugar el presidente Héctor Cámpora, recién elegido primer mandatario del país, por la proscripción de Juan Domingo Perón.
Con el peronismo gobernando, Mugica aceptó ser nombrado asesor (sin remuneración) del Ministerio de Bienestar Social, pero poco después, se desvinculó públicamente de este cargo, por discrepancias con el titular del mismo, José López Rega. El 11 sábado de mayo de 1974, a las 20:15, y cuando Mugica se disponía a subirse a su Renault 4-L azul, matrícula C-542119, estacionado junto a la Iglesia de San Francisco Solano, en la calle Zelada 4771, donde había celebrado misa, fue tiroteado por un individuo con bigotes achinados, que se bajó de un coche estacionado muy cerca. Este personaje sería el subcomisario Rodolfo Eduardo Almirón, jefe de la Triple A (fue extraditado por la justicia española y procesado, murió antes de ser condenado) luego jefe de custodia de Manuel Fraga Iribarne, en España. Cinco disparos de ametralladora Ingram M-10, le afectaron el abdomen y el pulmón. El tiro de gracia lo recibió en la espalda. Dos horas más tarde en el Hospital Salaberry el corazón del padre Mugica dejó de latir.
A los 43 años el padre Carlos Mugica había ofrendado su vida por los más pobres. El entierro fue una multitudinaria manifestación. Sus villeros, a los que tanto quería, lo llevaron en hombros hasta el Cementerio de La Recoleta, en pleno corazón del Barrio Norte.
La presidenta Cristina Kirchner dijo en la Villa 31, el 1 de mayo de 2010, “Mugica dio la vida por los pobres, pero hay quienes se la quitaron”, y en un mensaje por carta a los trabajadores el 1 de mayo de 2011 manifestó, “mientras haya un solo pobre, mientras haya alguien al que le falte trabajo o un salario digno, la tarea que él (Néstor Kirchner) empezó estará inconclusa”. La sangre generosa y mártir del padre Carlos Mugica nos convoca a formar parte de esta patriada: “Por siempre Néstor. Fuerza Cristina, Presidenta 2011”.
11/05/11 Tiempo Argentino
Cita para Bergoglio en la Justicia. Por Adrián Pérez
El Tribunal Oral hizo lugar al pedido de la querella y citó al cardenal primado de la Argentina para que declare lo que sabe sobre la apropiación de hijos de desaparecidos nacidos durante el cautiverio de sus madres. Bergoglio ya testimonió en la causa ESMA.
El cardenal Jorge Bergoglio se encuentra más cerca de rendir cuentas ante la Justicia por el Plan Sistemático de Apropiación de Menores que se instauró durante la dictadura militar –y que comenzó a juzgarse a fines de febrero en Comodoro Py– después de que el Tribunal Oral Federal 6 hiciera lugar al pedido formulado por el fiscal Martín Niklison y el abogado Alejo Ramos Padilla para que sea citado a declarar como testigo en relación al caso Barati-De la Cuadra. Así lo determinaron los jueces durante la audiencia de ayer, en el marco de la causa contra Jorge Rafael Videla y Reynaldo Benito Bignone por el robo de bebés. El tribunal dispuso que se le envíe un oficio al cardenal para que exprese si desea declarar. Por un recurso del Código Procesal Penal, Bergoglio podría hacer uso del artículo 250 que establece un “tratamiento especial” para “altos dignatarios de la Iglesia”. Según la importancia que el juez atribuya a su testimonio y el lugar en que se encuentren, esa prerrogativa determina que los funcionarios podrán declarar “en su residencia oficial, donde el juez se trasladará, o por un informe escrito”. No obstante, el artículo 250 también señala que los testigos pueden renunciar a ese tratamiento especial.
“Es un privilegio en función del credo que no puede ser aceptado”, dijo el abogado Alan Iud, quien patrocina en el juicio a Abuelas de Plaza de Mayo. De ese modo, los querellantes se opusieron a que el cardenal hiciera uso de tal prerrogativa y solicitaron que Bergoglio acudiera a la audiencia para “garantizar la publicidad de su declaración”, así como también para responder a las preguntas de las partes. Iud remarcó, además, que se trata de “un privilegio” que “no puede considerarse válido” ante “una Constitución que reconoce que el Estado es laico”.
El pedido para que Bergoglio se presente a declarar se vincula con el testimonio de Estela de la Cuadra, quien presentó una serie de cartas que su padre le había enviado al ahora cardenal –por entonces jefe de los jesuitas– para que intercediera en la búsqueda de su hija desaparecida y de su nieta, nacida en cautiverio durante la dictadura. Tal como informó Página/12, el lunes de la semana pasada De la Cuadra le preguntó al Tribunal: “¿Cómo es que Bergoglio dice que hace sólo diez años sabe del robo de bebés?” “¿Por qué no lo citan? ¿No amerita que diga qué pasó con Ana de la Cuadra?”, insistió la hija de Alicia “Licha” De la Cuadra, primera presidenta de Abuelas.
Además de sobrevivientes que estuvieron detenidos en el Pozo de Banfield, ayer se escuchó el testimonio de Carlos D’Elía Pallares, nieto que recuperó su identidad en 1995, a los 17 años. Carlos es hijo de Yolanda Ghelfi y Julio D’Elía Pallares. En Uruguay, su padre militaba en el Grupo de Acción (GAU), estudiaba Economía y era presidente del centro de estudiantes. La dictadura lo detuvo por su participación, pero fue liberado. Eso precipitó el exilio de la joven pareja, que viajó en la Semana Santa de 1974 a Buenos Aires, con la intención de regresar cuando las cosas se calmaran.
En la madrugada del 22 de diciembre de 1977, ambos fueron secuestrados en San Fernando –en un departamento ubicado en la calle 9 de Julio que habían comenzado a pagar con un crédito– por una patota de la Brigada 3 de la policía de la provincia de Buenos Aires que había coordinado el operativo con militares uruguayos. Yolanda estaba embarazada de ocho meses. Según testigos, fueron torturados en la comisaría que se encontraba a metros de la casa y luego trasladados al Centro de Operaciones Tácticas I (COTI) de Martínez, que funcionaba al mando de Ramón Camps, por entonces jefe de la Policía Bonaerense, donde “llevaban a todos los uruguayos en aquel momento”.
Una vez en Martínez, cinco detenidos uruguayos, entre los que se encontraba D’Elía Pallares, fueron devueltos a ese país por militares también uruguayos. “Es un hecho que ese traslado existió –aseguró Carlos–. Por la posición que ocupaba en el GAU, es casi seguro que lo llevaron a Uruguay. El testimonio de Luis Taub confirma haber visto a mi papá, en el COTI Martínez, a fines del ’77.” Taub también se presentó ayer ante los jueces del TOF 6. En su declaración, aseguró que estuvo por segunda vez en el Pozo de Banfield entre el 27 de diciembre de 1977 y el 1° de febrero de 1978, cuando lo enviaron a la cárcel de Devoto. Pasó la Navidad en el COTI Martínez. “Los uruguayos fueron torturados y luego trasladados al Pozo de Banfield. Ahí vi al cura (Christian) Von Wernich”, recordó.
También dijo que en el Pozo de Banfield había dos mujeres embarazadas. “Estaba en un grupo donde una chica tuvo un bebé a fines del ’77 o principios del ’78.” Lo recuerda porque, después del parto, lo enviaron a limpiar su celda varias veces. En el silencio del encierro, escuchó el llanto de un bebé. “Por lo que supe, se lo quitaron enseguida”, señaló. Durante la audiencia aseguró que la custodia del Pozo de Banfield estaba a cargo de la policía provincial. “Aunque no lo vi, sé que estuvo (Ramón) Camps.” Taub cree que el jefe de la policía pasó por el centro clandestino en dos oportunidades y que Jorge Bergés atendía los partos.
Diego Barreda regresaba de trabajar como albañil en Ensenada cuando el 14 de julio de 1978 lo secuestraron cerca de su casa. Había trabajado en el Astillero Río Santiago, pero lo despidieron durante la dictadura. En el Pozo de Banfield se le caía la piel por efecto de la picana. El apoyo de sus compañeros lo tranquilizaba, especialmente el de María. “Ella estaba embarazada y tenía el ‘privilegio’ de juntar un tarro donde hacíamos nuestras necesidades –afirmó el hombre de pelo largo y canas–. Nos higienizábamos con un trapito que ella colgaba para que se secara, en cien días nos bañamos una sola vez.”
Cuando llegó al Pozo de Banfield, al hombre de profundos ojos verdes le quitaron el mameluco y los zapatos de trabajo. Con una cobija con la que se cubría, María le cosió un chaleco para que se abrigara. En 1979, ese chaleco pasó a manos de las Madres de Plaza de Mayo. Al igual que Taub, Barreda también escuchó llantos durante su detención. “En un determinado momento tuvimos la certeza de que había nacido”, dijo. Por sus cálculos, el nacimiento se produjo entre el 10 y el 20 de septiembre de 1978. La mujer que ayer recordó Barreda es María Asunción Artigas Milo, compañera de Alfredo Moyano y madre de Victoria Moyano Artigas.
Sin saber que su padre se había volcado por esa carrera, Carlos D’Elía Pallares se recibió de economista. “Mi segundo nombre es Rodolfo y a mí nunca me gustó ese nombre”, sostuvo. Con el tiempo supo que sus padres (el marino Carlos De Luccia y Marta Leiro, su mujer) eligieron ese nombre por Rodolfo Aníbal Campos, subjefe de la policía de Camps. Carlos consideró que Campos hizo la gestión para que ellos pudieran tener ese hijo que deseaban. La pareja viajó hacia el sur del conurbano bonaerense una mañana de 1978. En una esquina una persona se acercó a su auto y dejó en los brazos de Leira un bebé envuelto en papel de diario, con manchas de sangre. “¡Martita! ¿qué hacés acá?”, le preguntó el emisario. Ese hombre era Jorge Bergés, quien había firmado la partida de nacimiento y atendió a Yolanda en el Pozo de Banfield.
10/05/11Página|12
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