lunes, 30 de mayo de 2011

Para una sociología de los intelectuales... Sarlo en 678



Me pareció que para abrir el DEBATE esta nota podría poner ejes del ejercicio, si bien muchos de nosotros estamos a las antípodas de la autora, así que acá va para poder enriquecer el ESPACIO, 
PEDRO VALCI 
SECRETARIO GENERAL 

(*)Paola Menendez  para LAMUGICA



El  eminente sociólogo brasileño Michäel Löwy escribió  hace muchos años atrás (1978) un libro  no muy difundido en español, editado con el nombre de Para una sociología de los intelectuales revolucionarios:  la evolución política de Georg Lukács. Este trabajo tuvo un efecto provocador en la medida que nunca antes (salvo contadas excepciones) se había trabajado desde la metodología formal de la sociología para estudiar la trayectoria intelectual de, valga la redundancia, un intelectual. Hasta entonces, resultaba  más frecuente, la biografía o el punto de vista exclusivamente historicista por lo que el libro insertó una propuesta relativamente novedosa. Justamente en la idea de recuperar aquella recorrida, detenerse en las encrucijadas,  reflexionar sobre los atajos y  los vacíos de sentido con un marco epistemológico de lo "complejo" resulta lo atrapante de la travesía. Aunque lo más importante, es sin duda, el intento de vivificar el pensamiento revolucionario de Lukács a partir de exponer no sólo al crítico genial del arte ni al ferviente militante de las trincheras, no al comisario del pueblo húngaro de 1904 sino al hombre  de pensamiento "arrojado" a una época, interpelado en su propia carne con  aquella Tesis XI  sobre Feuerbach (1845): "Los filosófos se han encargado de  interpretar el mundo, bien, ahora es tiempo de transformarlo". El trabajo de Löwy se detiene justamente en aquella exigencia que nace en el punto justo del encuentro entre el "malestar" interno y  lo dado por las exigencias de la realidad externa, intentando superar distinción  kantiana entre "razón pura" y "razón práctica".
De aquella genial teorización han pasado muchos años y mucha tinta académica se ha escrito pero sin embargo, siempre volvemos a discutir no sólo la función del intelectual, sino su propio self  y para recorrer estos trazos, recurrimos desde nuestra propia singularidad a unir, como en un juego infantil, una línea de puntos que, a veces, resulta, tiene vacíos de sentido.
Desde ese juego,  me pareció interesante ver a mi otrora profesora universitaria Beatriz Sarlo, en el programa de televisión 6 7 8. Anecdóticamente (y no tanto)... Su lectura de Raymond Williams fue, humildemente, la mejor interpretación que leí en mis años de cursada, empero,  su lectura de T. Adorno fue, al mismo tiempo, la  lectura más cruenta y deformada, que también leí en dichos años. Me preguntaba cómo alguien que decía algo tan potente  por un lado,  podía en una misma operación  anular-se subsumiendo la dialéctica adorniana en un devenido engranaje del alfonsinismo...  Entonces, repito: puras anécdotas nomás pero que  sin lugar a dudas dejan mella, porque justamente se trata de cuándo esa figura llamada "intelectual" trasciende las paredes físicas de la  "academia".
 Ahora concretamente, si  todos nosotros hiciéramos una sociología de los intelectuales  formados en la "academia" y su incidencia en el pensamiento nacional, los resultados no serían, quizás, tan alentadores para el campo popular, exceptuando aquellos que han podido construir a fuerza de sangre y letra,  su propia "trinchera" de pensamiento desde las cátedras nacionales en los setenta y desde tantas otras expresiones de combate ideológico en la post-dictadura y el menemismo.
Una sociología de los intelectuales que revise, discuta, cuestione aquellos debates  y prácticas en sus respectivos marcos epistemológicos.
Por entonces se había configurado un propio dispositivo de resistencia y militancia. En los noventa, ante la imposibilidad de articular una reacción más instrumentada que las marchas y las protestas (y leáse como crítica),  crecimos como gueto, fuimos hijos de una cultura de las "puertas adentro", de encontrar nuestra pequeña dosis de utopía en una universidad que configuraba un micromundo en donde.  se daba la impresión, que a veces, podíamos "ganar" a los gigantes de la franja morada y a los cuadros enquistados de la derecha.
Después llegó el 2001 y nos descolocó: casi nadie tuvo la entereza, la anticipación y la visión estrátegica como para interpretar qué estaba pasando y qué escenario se nos desplegaba como escena de película de ficción. Como otrora, Beatriz Sarlo, militante del PCR, se equivocó en su lectura política sobre la asunción de la dictadura en tanto veía en la misma un hecho favorable a la revolución, asimismo, muchos otros intelectuales quedaron desfasados, atónitos.
Una sociología de los intelectuales argentinos que dé cuenta de ese momento de fisura, de  salto al abismo, de esa falta...Porque si bien el psiconálisis ya ha establecido con profundidad la pertinencia de  la falta en tanto seres "sujetos al lenguaje" , no es una cuestión menor la de problematizar "la falta" en el discurso del otro.
En el caso de 6 7 8 ese resulta uno de los problemas principales... No hay "falta", hay un discurso sin fisuras, macizo, circular. No hay un vacío desde el cual el televidente pueda construir su punto de vista, porque está-todo-dado. Nada se escapa, es una pared de concreto que no deja lugar a la contradicción, a la disonancia. La vieja fórmula: discutir "desde adentro"  (Indec, los Qom, la inflación, etc.) se vuelve estéril e impracticable. El programa produce un halo de catecicismo que lógicamente genera sospechas y los panelistas se convierten cuasi literalmente en una especie de actualizado coro griego. Con este panorama ingresó Beatriz Sarlo al canal y cuándo todos creíamos que iba a ser un gran debate...
El peso de la historia nos  despertó a fuerza de la más pura Hiperrealidad. B. Sarlo no fue a debatir sino como ella misma señaló "lo sintió como una obligación moral" al dedicarle a 6 7 8 tantas páginas en su libro, asumía como compromiso el sentido de tener que ir forzosamente a dar el debate. Su idea no era más que decir-lo-ya-dicho y en ese sentido, ella y 6 7 8 representan una imagen especular.  Exclusiva y exhaustivamente  podría decirse que fue Foster, en sus pocas intervenciones, quien representó un  lúcido tertium datur y aportó un tono más intenso y profundo a los tópicos. Por ello resulta tan común y tan potente la crítica que se le hace al programa en relación a la proporción siete a uno. Más allá de que sepamos que la señora Sarlo no está tan sola ni es tan librepensadora como creemos, no se puede significar en su ser a Magnetto y menos aún cuando hay siete personas usando  la reiteración como rectora del pensamiento. ¿No hubiera sido mejor una discusión "mano a mano" con Foster o con otra persona?. ¿No hubiera sido más novedoso que escuchar las letanías de un lado o del otro?.
Para hacer una sociología de los intelectuales argentinos, hay un componente que parece menguar en estos viejos maestros que es la dimensión ética...
Sarlo cree que después de "Puntos de Vista" ya tiene los laureles soñados junto a su tan amado R. Williams, sin embargo un intelectual que se precie, justificará su trayectoria en la medida que  sea capaz de analizar la conexión que se establece entre los valores que surgen  del progreso del ser social y el “deber-ser” entendida como una regulación retroactiva de la práctica social por los valores. En otras palabras, la ética debería primar no como un mandato externo ajeno, como una exigencia desiderativa que interpela desde "fuera" al individuo, sino como una instancia surgida a partir de la praxis intelectual.
¿Cuál es la idea de ética que hoy maneja Sarlo?. ¿Qué podemos, siendo realistas, pedirle hoy?. ¿Y qué podemos pedirle, los que apoyamos a este gobierno a 6 7 8?.
A unos y a otros, re-crear la dimensión ética. Re-insertarla en la agenda del día, recuperar las trayectorias y no los archivos como prontuarios, no subestimar a los lectores o a la audiencia repitiendo el padre nuestro de cada día, admitir el sinsentido...
En resumen y como diría  D. Winnicott, se trata de "crear lo dado" .

2 comentarios:

  1. Diego Boto Seraslo30 de mayo de 2011, 15:41

    Me parece que está bien la idea de trazar el plano ético de la discusión intelectual pero ineludiblemente Sarlo sí tiene un prontuario por ello no es posible no hacer alusión al mismo desde el vamos.

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  2. Me gustó la nota. Por un lado es cierto que 678 puede resultar muy repetitivo, por otro lado, no hay que perder de vista que lo Sarlo quería hacer era vender libros.

    Muy interesante,

    Noemí

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